sábado, 21 de diciembre de 2013

CUARTO DOMINGO DE ADVIENTO

CUARTO DOMINGO DE ADVIENTO

 
 
Unos días antes del parto, María y José vivían en Nazaret esperando con amor ilusionado el nacimiento de su hijo primogénito. Asociémonos con fe a sus sentimientos ante el gran acontecimiento familiar. Nos guía esta madre que la fe del pueblo cristiano y la liturgia hemos venerado como la Virgen de la Esperanza; en un lugar de cuyo nombre quiero acordarme, la tienen como patrona del pueblo.
 
La piedad medieval la veneró como patrona del gremio de Tejedores. Los hilos de lino, algodón o lana, tejidos con destreza y arte, creaban belleza y útiles prendas de vestir. Con belleza y arte divinas el Espíritu de Dios entrelazó inseparablemente el Hijo de Dios con el hijo de María en la persona del hombre Jesús de Nazaret. “A pesar de su condición divina, no hizo alarde de ser igual a Dios; sino que se vació de sí y tomó la condición de esclavo, haciéndose semejante a los hombres”. Filipenses 3, 6-7.
Estamos ante un misterio salvador que los cristianos aceptamos con fe y profundo agradecimiento. En la espera inquieta y confiada de esta pareja, se fundamenta la salvación de la humanidad y la esperanza de todos los hombres. Dios cumplió su promesa de salvación con generosa e ilimitada fidelidad.
 
 
 
María y José aquella semana antes del parto vivían con la misma densidad de sentimientos como los de todas las parejas a punto de estrenar su paternidad. En el evangelio de este domingo, Lucas con el diálogo entre el arcángel y María,ha proclamado la fe post pascual de la Iglesia Apostólica; la resurrección de Jesús reveló plenamente el misterio de la persona del Niño y el plan salvador de Dios Padre, que María y José aquella semana previa al parto todavía desconocían.
 
 
 
El evangelista Lucas, testigo de la fe de la Iglesia Apostólica e inspirado por el Espíritu Santo, pondrá en boca de María un canto de alabanza. Partiendo de su fe experimentada en la Resurrección de Jesús, retrotrae a este tiempo anterior al parto, la fe de la madre en la Resurrección de Jesús, su hijo. Sobre el canto de Ana al concebir a su hijo Samuel, 1 Reyes 2, 1-10, construye este canto de alabanza, que María proclama, al visitar a su prima Isabel. Lucas 2, 46-55. También a ésta retrotrae la fe apostólica del Resucitado al saludar a María como a la “madre de mi Señor”. Lucas 2,
 
 
 

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