sábado, 25 de enero de 2014

Sincronicidad y karma

 
 

Sincronicidad y karma

 

Lejos del pensamiento mágico, que atribuye a la suerte o la casualidad lo que nos sucede, la intención y el pensamiento reiterados van creando nuestra realidad, como señalan las enseñanzas budistas. Entonces, todo se comprende mejor.
 
 
 
El primero en acuñar este término fue Carl Jung . Según él, “el principio de causalidad afirma que el nexo entre causa y efecto tiene un carácter necesario. El principio de sincronicidad afirma que los miembros de una coincidencia significativa están vinculados por la simultaneidad y el significado”. Es decir, tiene sentido para el que los observa.
Sin embargo, si bien es cierto que Jung fue el primer occidental en acuñar el término, la sincronicidad ya la podemos encontrar en textos orientales como en Brihadaranyaka Upanishad, que nos indica: “Eres lo que tu más profundo y vigoroso deseo es. Como es tu deseo, es tu voluntad. Como es tu voluntad, son tus actos, como son tus actos, es tu destino”.
Pero muchas veces, nos sacamos responsabilidad, y al placer de encontrar, aparentemente de la nada, lo que uno quiere o necesita, lo identificamos como “suerte”, “magia”, o “casualidad”.
Porque cuando observamos nos damos cuenta de que muchas veces sucede que se nos expresa (porque así lo observamos) un principio según el cual determinadas circunstancias suceden en el momento justo, en el lugar idóneo, en la situación perfecta y de un modo que no se puede explicar, pero que tiene sentido para el observador. Es a esto a lo que denominamos  sincronicidad, sucesos altamente improbables que ocurren a la vez para lograr un resultado deseado;  como si una serie  de eventos inesperados sucedieran sin pensarlos sólo para cumplir con nuestros propósitos, como si lo que deseamos llegara justo con lo que necesitamos.
Pero si afinamos la mirada, el concepto de sincronicidad comienza a cobrar sentido. Cuando la intención se repite, crea un hábito. Mientras más se repita la intención, más probable es que la conciencia universal dé lugar al mismo patrón y manifieste la intención en el mundo físico.
Sólo con los pensamientos repetidos lo imposible puede hacerse posible por medio de la intención, de la mente que opera más allá de los patrones de tiempo y del espacio. Pero si queremos ser más mundanos, no traslademos la responsabilidad al universo, hagámosla propia.
Sepamos que es nuestra intención la que nos guía…
En realidad, esta sincronicidad la podemos extraer de muchos textos budistas si somos capaces de leer entre líneas. En muchos textos se puede entender el karma como la consecuencia, no de hechos pasados, de vidas pasadas, sino la consecuencia de hechos presentes de nuestra vida presente. Más aún, los textos ponen énfasis en que es tan importante lo que uno hace, como lo que uno piensa, es decir, como su intención. Y es por eso que el karma no sólo es el resultado de nuestras acciones, sino fundamentalmente de nuestros pensamientos.
Es el pensamiento el origen del acto, y son nuestros actos el origen de nuestro futuro, o dicho de otro modo, el origen de nuestro destino.
Y a veces estamos tan, pero tan despistados que no vemos que lo que ocurre delante de nuestras narices es el resultado de lo que nosotros hacemos, y sobre todo, deseamos. Y no nos damos cuenta de que fue nuestra voluntad, muchas veces no expresada, escondida en lo más recóndito de nuestra psique, la que provocó nuestro presente.
Pero cuando somos capaces de percibir el suceso en su contexto, incluyendo en tal contexto la voluntad previa, aunque no haya sido expresada, entonces entendemos

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