Gran Hotel Quisisana, emblemática construcción realizada, en principio, para su residencia por el Sr. Enrique Wolfson, súbdito británico de origen ruso, pionero en Tenerife del cultivo del plátano.
Una amplísima residencia, con reminiscencias de castillo inglés que pronto fue ampliada y convertida en el Gran Hotel Quisisana, que, junto con el Gran Hotel Taoro, del Puerto de la Cruz, adquirieron gran prestigio internacional, con el alojamiento de los turistas de alto "standing" diferenciados por su capacidad económica, en un Santa Cruz que contaba con otros hoteles, como el Pino de Oro, Camacho, Orotava, París House, Niza, Sprag, Brístol, Central, etc., etc., en los que se alojaba un floreciente turismo, en especial ingleses, que llegaban a Santa Cruz en los barcos de la Yeoward, la Blue Star, además de los belgas Leopolville, Brazaville, etc., en unas escalas regulares, los primeros en sus escalas de ida y vuelta a las colonias inglesas en Sudáfrica, la India y Australia y los belgas de sus colonias africanas del Congo.
Tráficos que sufrieron las consecuencias, primero de la Gran Guerra, del 1914 a 1918, y luego la Guerra Civil Española, del 36 al 39 y el Conflicto Mundial de 1940 al 45. Conflictos que provocaron el descenso, casi total, del turismo en Canarias.
Por ese motivo, la mayoría de esos hoteles cerraron sus puertas, en especial el Quisisana y el Taoro. Nuestro Gran Hotel Quisisana, arruinado, pasó a depender de la Junta Insular de Turismo, dependiente del Cabildo, hasta que en el año 1941 un grupo de ciudadanos chicharreros, viendo la necesidad de conseguir para Santa Cruz la instalación de un buen colegio, gestionaron con la Orden Escolapia y ese grupo, entre los que se encontraban don Cándido García Sanjuán, don Tomás Zerolo Fuentes, don Juan P. Alonso, don Miguel Llombet, don Maximino Acea y otros próceres tinerfeños, cuyos nombres no recuerdo y todos asesorados por el Rvdo. P. Luis María Eguiraun, superior de los Jesuitas de la iglesia matriz de la Concepción, consiguieron adquirir el Gran Hotel Quisisana y todos los terrenos aledaños, desde la Cueva de La Laja, junto al Canal de Tahodio, hasta la cancha de tenis del Hotel que lindaba con la Villa de los señores Dehesa y los chalets de los Davidson y los Machado, por el simbólico precio de quinientas mil pesetas (de entonces).
Y allí, el 19 de octubre del año 1941, bajo el rectorado del P. Andrés Moreno Gilabert, sacerdote de gran cultura y destacado orador sagrado, acompañado de media docena de curas escolapios (padres Rufino, Marcos, Federico, Jesús María y otros cuyos nombres tampoco recuerdo) comenzaron las clases...
Y por ahí continúa la gran historia de un colegio por el que hemos pasado miles de tinerfeños, en estos sesenta y cuatro años, salvo en un tiempo en que fue arrendado a la Fundación San Pablo, continuando las clases, como CEU, hasta que los Escolapios pudieron recuperarlo.
Santa Cruz tiene una gran deuda con este castillo inglés que al cumplir sus cien años de vida necesita urgentemente una restauración total de sus estructuras, restaurando todo este gran monumento y en especial las sucesivas ampliaciones que con mejor o peor acierto se han llevado a cabo, para recuperar su prestancia y su elegancia arquitectónica.
La Orden Escolapia ha tenido el acierto de construir, en los últimos años, unas amplias instalaciones nuevas, totalmente independientes del gran edificio primitivo y a un nivel más bajo, con una solución estética muy acertada.
Pero la recuperación de todo aquel Gran Hotel Quisisana, que proyectara don Enrique Wolfson, requiere una inversión que en atención a su carácter monumental debe ser afrontada por las instituciones correspondientes. Esperamos que así sea, para prestigio y ornato de Santa Cruz
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