jueves, 23 de octubre de 2014

FIESTAS EN PUERTO CABRAS - FUERTVENTURA

 

La fiesta patronal de Puerto de Cabras en 1927



El primer programa de fiestas editado por el Ayuntamiento de Puerto de Cabras.

El documento, cuya imagen ya apareció publicada en el libro “Puerto de Cabras, Puerto del Rosario. Una ciudad Joven”, 1995, donde se reprodujo una copia del que está en la Biblioteca Municipal de Puerto desde 1980, fruto de la donación de Gerardo Mesa Noda; es un programa que se ha utilizado y cedido en otras tantas publicaciones desde entonces. La propia biblioteca lo tiene incorporado en la colección fotográfica de su WEB.

Reproducción del documento publicada en  "rtv Aguacabra" con la noticia de la cesión de documentos de  La Oliva a Puerto del Rosario, 5 de marzo de 2013.

Editar un programa festivo en fechas tan tempranas obedece, en mi opinión, a distintos hechos históricos con los que las fuerzas vivas del Puerto se sintieron satisfechas: Tetir, dos años antes, y Casillas del Ángel, hacía menos de doce meses, decidieron unirse a Puerto de Cabras y extinguieron sus municipios para fijar la capitalidad administrativa en nuestra localidad, que llegó así a una población superior a los tres mil habitantes.
También en 1927 se había creado la provincia oriental de Canarias, cuyo primer gobernador anunciaba la visita a la isla majorera para el año siguiente.

Cabildo y Ayuntamiento, presididos por don Francisco Medina Berriel y don Laureano Saavedra Peña (que dimitiría poco antes de la fiesta), respectivamente, compartían sede en un edificio de la calle Fernández Castañeyra, mirando al mar, frente a la plaza de España actual, desde donde observaban la bahía y el espigón de sus sueños, el muelle chico de nuestras vivencias, que aportó buena parte de los ingresos del municipio y de la hacienda cabildicia.
A los munícipes les parecía aún escuchar los sones de la banda cuando en otro octubre, el de 1894, inauguraban el muelle. Y lo mismo sentían los consejeros cabildicios que desde la puesta en funcionamiento de su institución insular, recibían la recaudación de los arbitrios sobre entrada y salida de productos.
Aquel año de 1927 todos estaban de acuerdo en que Puerto se convertía con más autoridad en la capital de la isla. El cabildo, aquí residente desde 1913, lo confirmaba, pues el propio sistema electoral exigió una nueva jurisdicción electoral de ámbito insular, la idea que desveló a Manuel Velázquez en su lucha.


Pero veamos de qué nos habla el programa festivo cuyo ejemplar se dona a Puerto del Rosario:

Lo primero es la imagen de la fotografía que le sirve de pórtico: a partes iguales se distribuyen la composición el cielo, el mar y la tierra, dándonos idea de un trasiego entre mercantil y festivo. Sobre los adoquines de la explanada y del muellito, por entre los coches y camiones de la época discurre el personal en sus quehaceres de un día de correo: al fondo del rebumbio se adivina el farol de la punta del malecón y el pescante a pleno rendimiento… Sobre el mar, entre pailebotes y gabarras, el correillo “Viera y Clavijo” o “La Palma”, hace su escala procedente de los "puertos" de Arrecife y La Tiñosa, en Lanzarote, y aún le quedan los de Pozo Negro y Gran Tarajal con destino a Gran Canaria, de donde regresará para hacer el recorrido inverso… En el cielo las esperanzas e ilusiones de todos, un cielo que ya vieron surcado por la aviación que miraba a Los Estancos como aeródromo de socorro.

La parte textual pregona y anuncia que las fiestas son cívico-religiosas; nos habla de lo que hacían y dónde lo hacían para festejar a Nuestra Señora del Rosario; de que las patrocina el ayuntamiento y que se desarrollaban durante los cuatro primeros días de octubre.
La Plaza del Rosario, la Explanada del muelle y las sedes de sociedades particulares constituían el escenario de los festejos que se abrían con el engalanamiento e iluminación del entorno del templo parroquial, donde amenizaba la verbena la banda municipal dirigida por Juan Peñate Quevedo.
El deporte tradicional de la lucha tiene su hueco con la agarrada que enfrentaba a los combinados del norte y del sur en el terrero de don Agustín Pérez Rodríguez, comerciante y primer delegado gubernativo entre otros cargos, ubicado a la sombra de las palmeras, frente a la iglesia, donde hoy se levanta la Dirección Insular de la Administración General del Estado.
La sociedad El Porvenir que ocupara la casa de don Aquilino Fernández en la calle Fernández Castañeyra, estaba entonces en un edificio de los herederos de Antonio María Manrique, junto a la playa del muelle chico, hoy ruinas frente al mercado municipal.
Las sociedades obreras ocupaban el Centro de Artesanos de la misma calle Fernández Castañeyra en su esquina con la del Rosario, también trasladada a la calle Nueva, donde funcionaba a la sazón y donde más tarde se puso en funcionamiento la sociedad Herbaria.
Ambos "casinos" se sumaban al jolgorio con los bailes que el programa anuncia, y cuya dualidad se mantuvo en la memoria colectiva distinguiendo “el casino de los ricos” y la “sociedad obrera”.
Y la gran fiesta marítima de un pueblo que nunca retiró la mirada del mar: las regatas a vela y a remo, las cucañas, convidan a no olvidar aquello que siempre concitó el jolgorio de nuestros antepasados, entre los que estaba un alto porcentaje de gentes del mar.

Un ejemplar del documento que nos ocupa fue donado recientemente al Ayuntamiento de Puerto del Rosario por el Ayuntamiento de La Oliva.

Y una mirada a la sociedad capitalina de Fuerteventura en 1927

La isla rondaría los 14.000 habitantes, de los que poco más de tres mil vivían en Puerto de Cabras.
Las comunicaciones interiores se verificaban por las dos principales carreteras que, partiendo de Puerto de Cabras, una llegaba a Gran Tarajal y la otra a la Oliva.
Funcionaban tres puertos en los que hacían escala los correillos que muchos recordarán como los playeros, porque fondeban en estas calas: Pozo Negro, Gran Tarajal y Puerto de Cabras, una circunstancia que nos confirma la deficitaria red de carreteras, prefiriéndose el cabotaje interior como medio de transporte.
Y el agua potable seguía siendo el grito desesperado de la población desde que los aljibes no dieran abasto por el establecimiendo de la guarnición militar en Puerto de Cabras desde la década de 1880. En sus habituales escalas en la localidad, los correillos descargaban el agua adquirida por nuestro Ayuntamiento a la sociedad suministradora de la ciudad de Las Palmas de Gran Canaria.
Había dos escuelas y una parroquia. La escuela de niñas, regentada por Juana Mª. Fajardo Negrín y la de niños, por Antonio Jaén Díaz, los cuales, junto a los representantes municipales y al cura constituían la Junta Local de Primera Enseñanza.
Nada diremos del centro de educación de adultos pues recién lo habían clausurado las autoridades provinciales de Enseñanza.

La política se debatía entre el partido "Unión Patriótica" y el Partido Republicano Federal que representaba don Ángel González Brito, y el "Partido Majorero", entre otros.

Y había algunas sociedades, digamos principales:

Cámara Agrícola presidida por Ramón Castañeyra Schamann, siendo vicepresidente José Pérez Medina; tesorero, Victoriano González Carballo; contador, Francisco López Rodríguez; secretario, Manuel Medina Berriel. Vocales: Juan Domínguez Peña, Juan Cabrera Aguilar, Agustín Medina Rodríguez, José Castañeyra Carballo y Juan Martín Alonso.
Sociedad Económica de Amigos del País, dirigida por don Santiago Cúllen Ibáñez; director suplente, Agustín Medina Rodríguez; censor, Juan Domínguez Peña; secretario, Francisco López Rodríguez; bibliotecario, Claudio López Rodríguez, y tesorero, Juan Peñate Quevedo.
Sociedad Casino “El Porvenir”, bajo dirección de Julio Hernández.

La organización político administrativa:

Ayuntamiento:
Alcalde: Laureano Saavedra Peña, hasta su renuncia el 28 de septiembre.
Secretario: Francisco López Rodríguez, “Pancho López”
Concejales: Francisco del Toro Rivero (que renunció con el alcalde); Ángel González Brito, Teodomiro Pérez Martín, Secundino Calero, Luis Rodríguez de Vera y Manuel Martín Cuadro.

Cabildo Insular:
Presidente, Francisco Medina Berriel; vicepresidente, José Peñate Castañeyra; Consejeros: Manuel Oramas, Antonio Bordón, Domingo Velázquez, Bernardo de León, Antonio Castro, Andrés Velázquez; Secretario: Claudio López Rodríguez, hermano del secretario municipal.

La Delegación del Gobierno de S.M. se encontraba en la calle Nueva, a cargo del delegado y médico Santiago Cúllen Ibáñez, asistido del secretario, Francisco Martorell Juan y del oficial Tomás Felipe Mora que compartía sus quehaceres con el Ayuntamiento.

El ayudante militar de marina era Julio Fernández, ubicándose sus oficinas en la calle Fernández Castañeyra esquina a calle Fuerteventura.

Diferentes actividades privadas:


Había empresarios del automóvil: Pedro Felipe Mora, Luis Rodríguez García, Francisco de Vera Manrique, Benito Herrera, Francisco Medina Berriel... Y unos impuestos de rodaje sobre circulación que imponían los municipios, no solo Puerto de Cabras, por si a los conductores se les ocurría pasear sus máquinas en los respectivos términos...

Barberías donde acicalarse junto a la playa del muelle chico: la de Secundino Calero y la de Agustín Hernández.
Humeantes fábricas de cal: como los hornos de Antonio Bordón Melían, en la Hondura y los de Agustín Pérez Rodríguez, en la Laja Negra, junto al Charco.
Carpinterías más que justificadas, aunque no nos dijeran si arreglaban elementos de construcción de los edificios o si ejercían de carpinteros de ribera: Manuel martín Cabrera, Felipe Mora Marto, Manuel Mora Martos, Ramón González Martos y Martín Guerra.
Tiendas de comestibles, tejidos y ferrertería, pues en ellas vendían de todo: José Castañeyra Carballo, José Pérez Medina, Francisco del Toro Rivero, Manuel Oramas Martín, Ángel González Brito, Domingo Juan Rodríguez, Juan Bautista Moseguez.
Consignatarios de buques: Agustín Pérez Rodríguez y Juan Domínguez Peña.
Botiquín: ofrecido por Agustín Medina Rodríguez, a modo de farmacia.
Fonda donde alojarse: Francisco de Vera Manrique, en la calle del Puente, o la recién cerrada de don Paco Medina en la calle del Rosario.
Molinos y fábricas de harina que con sus moliendas proporcionaban el exquisito gofio: Domingo Ruiz Cedrés, en el camino del Time; Francisco Nóbrega, José Oramas (Molino Los Trapos), Tomás Saavedra y Manuel Rodríguez Marichal.
Mecánicos y herreros, quizás hojalateros especializados: Tomás Martín Dolores y Antonio González Britos, en calle La Cruz.
Maestros de mampostería como una versión popular de los arquitectos que no había: Marcos Hormiga Díaz, Juan Afonso Aguiar, Juan Hernández Acosta, Francisco Correa Morales, Felipe Marichal, Miguel Navarro Cedrés, Manuel Afonso, José Concepción Fontes, Juan Concepción Villalba.
Panaderías: Juan Martín Alonso, Domingo Nieves, Josefa Zamora, Eleodora Clavijo y Miguel Lima.
Zapateros: Luis Perdomo Aguiar, Andrés Afonso Aguiar, Manuel Martín Cuadro, Antonio Machín García, Rosenda García y Juan Nolasco Morales. Y no es que aquí la gente caminara mucho, simplemente alguien debía ocuparse de la reparación de las velas de los muchos barcos del cabotaje que las usaban.
Y Marineros y pescadores, que eran casi el tercio de la población de Puerto de Cabras.


Todos, junto a los que no se nombran, disfrutaron de aquellos festejos de finales de la década de 1920, cuando se descomponía el sistema monárquico y la dictadura ya reblandecida se preparaba para unos comicios que darían paso a la II República.

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